El sitio que os propongo se sale de las fronteras de Málaga provincia, pero está muy cerquita, muy propio para echar un dia tranquilo. Varios amigos nos llevaban desde hace tiempo recomendando Castellar de la Frontera, en la provincia de Cádiz, y todos coincidían en que, visto mi pasión por la fotografía me iba a encontrar con un auténtico filón. Así que a primeros del mes de enero del 2012, fuimos, aprovechando el buen tiempo con el que comenzó el año.
Salimos de Torremolinos, tempranito, a eso de las 9:30 de la mañana, sin saber muy bien con lo que nos íbamos a encontrar, aunque ya habíamos consultado en la guía Repsol la ruta que había que tomar. Te metes por la autopista de peaje A-7 hasta Guadiaro, y allí ya verás la salida 130 para Castellar de la Frontera, en cuestión de apenas una hora en total te presentas en el pueblo, que a primera vista no dice mucho, te encuentras con una larga avenida flanqueada por bonitas casas de reciente construcción, chalets, etc.
Pero lo que andas buscando no está ahí, hay que atravesar todo eso para ver la señalización de Castillo de Castellar y ya dejas el pueblo propiamente dicho para adentrarte en un hermoso paisaje de alcornocales, y de una vegetación exhuberante, a lo lejos ves un peñasco y en todo lo alto, el famoso castillo, y te preguntas… uff, ¿ hasta allí hay que subir?, pues si. Despues de un buen rato de carretera secundaria bien acondicionada y hermoso paisaje, tomas la subida al castillo y a la izquierda, conforme vas subiendo, no puedes evitar sorprenderte por el maravilloso paisaje. Descubres el embalse de Guadarranque, rodeado por verdes praderas, y al fondo, nitidamente, aparece el Peñón de Gibraltar, claro, Castellar y su entorno pertenece al denominado Campo de Gibraltar, a un paso, además de la roca, está Algeciras.
Sigues subiendo, y cuando menos te lo esperas, aparece a pocos metros de ti las murallas del Castillo, en su privilegiada atalaya. No se si hicimos bien, bueno, si, dejamos el coche en un aparcamiento a pocos metros de una entrada del castillo, y seguimos a pie el resto de la ruta, no sin antes deleitarnos de nuevo por imponente paisaje. A los lados de esa ruta hay casa, perfectamente mimetizadas en la peña, a los pies del castillo.
Tras unos metros de cuesta por un camino empedrado rodeando la muralla por fin entramos en la fortaleza, “Complejo Rural Castillo de Castellar de la Frontera” se denomina todo el intramuro. Nos encontramos en un entorno cuidado, de arcos, empedrados, miradores, murallas, ventanas de madera, farolas de hierro acopladas en las paredes… y un silencio y tranquilidad envidiables. Tras cruzar el gran arco de entrada vemos la gran plaza en donde ya comenzamos a apreciar el contexto de lo que será el entorno donde nos encontramos: en el interior de la fortaleza hay toda un complejo de calles entrelazadas, empedradas, casas encaladas, talleres de pintores, artistas, tiendas de artesanía, arte en cada esquina.
Así pues, como el que se mete en un laberinto, nos adentramos por la red de estrechas calles, aprecieando cada detalle, cada rincón. Era dia laboral, por lo que no habían muchos visitantes, y nos preguntábamos si tendrían mucho éxito las tiendas de artesanía. Nos paramos en una de esas tiendas y hablamos con la propietaria, una artista extranjera que tiene allí su taller, y mientras nos cuenta cosas sobre ella y Castellar, vemos sobrevolar sobre nuestras cabezas decenas de buitres, salimos a un lugar despejado y nos deleitamos con su vuelo durante un rato, con el imponente paisaje bajo sus alas.
Seguimos paseando por esas tranquilas calles admirando y fotografiando cada rincón. Descubrimos una tasquita flamenca, en donde nos tomamos unos vinitos rodeados de carteles y objetos relacionados con el flamenco. salimos y seguimos recorriendo todo el complejo, en medio de un silencio y una paz envidiable…. y el tiempo se ha parado.
El corcho sin duda es una gran fuente de ingresos e inspiración de los habitantes de ese espacio, nos encontramos con maravillas realizadas con ese material.
Ya al mediodia, después de unas horas de deleite, decidimos marcharnos y comer algo en los alrededores, cuando dejamos el Castillo, merodeamos por su entorno, y descubirmos otra parte de Castellar: La Almoraima, en medio de un inmenso bosque de Alconorcales en donde nos paramos un rato en medio de sonidos de hojas, animales escondidos en la maleza, y en medio de todo eso nos encontramos con el Hotel Almoraima, un precioso convento del siglo XVII convertido en hotel.
Nos os perdáis la historia de este precioso lugar, lo cuentan perfectamente en Wikipedia , además, cuando estás allí comprendes por que está todo así, y te preguntas, ¿como no he conocido este lugar antes?
Sin duda es de esos lugares que siempre uno recomienda, y a los que desea volver, y quizá quedarse para siempre.
¿Fotos? por supuesto, hice un montón, aquí tenéis una selección, podría haber hecho más, pero es que uno se apabulla ante semejante lugar.
Aquí las tenéis: