Ayer lunes, se estremeció el corazón de los «ometeros». No se si la RAE alguna vez incluirá este término en el diccionario, pero desde luego está ya muy dentro del vocabulario de todas esas personas que tuvimos la suerte de conocer a Fernando González Aranda, a través de Objetivo Málaga, en Diario Sur. Estoy escribiendo estas palabras y aun no me creo que nuestro Fernando se haya ido.
Cuando nos reunimos varios de esos ometeros para dar nuestro adios a Fernando, recordábamos todos esos momentos vividos junto a él, los encuentros, quedadas, maratones, en ese blog de Objetivo Málaga, punto de encuentro de muchas personas, y al que cada día, nos asomábamos y hablábamos como si estuviéramos frente a frente. Con el tiempo formamos una familia, una gran familia en torno a la fotografía, que era lo que teníamos en común, bueno… y nuestro cariño a Fernando, a su forma de ser, a sus coletillas, a su paciencia infinita. Lo suyo era dedicación y atención, autentico amor por su profesión, por esa familia que había creado en torno suyo, por ese pequeño espacio, ese blog que era un punto y aparte.
Fernando nos ha dejado, es un dolor que nos deja mudos, como todas esas veces en la vida en que te arrebatan un trozo de tí mismo y de tus vivencias. Pero OM sigue ahí, la amistad de todas esas personas continúa, y él, desde donde esté se lo pasará en grande con nuestras ocurrencias.
Tengo muchas fotos de Fernando, sobre todo de las cenas de OM en Navidad, verano o de los maratones fotográficos. Difícil seleccionar alguna, pero se me ocurren estas dos, hechas en el maratón fotográfico de 2009. En la última nos observa, desde ahí arriba, orgulloso de la gran familia que ha formado, entretenido con nuestras cosas.
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